Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro” Mateo 26:36 (RVR60)

La primera vez que dije públicamente que Jesús había sido el primer personaje registrado en la historia de la humanidad en haber sufrido un ataque de ansiedad, muchos empezaron a inquietarse y otros reflejaban con su rostro que era una aseveración muy fuerte, atrevida y disruptiva. Podía ver en sus ojos el deseo de “quitarme el micrófono”.

Normalmente hablamos de los milagros, ministerio y discipulado de Jesús. Es común asistir a una congregación o incluso leer algún libro en dónde divinicemos la persona de Jesús a un altísimo escalón. Seguimos predicando de un Maestro que se vistió con la piel humana, pero cada vez más lo alejamos más de la humanidad de las personas. Por esa razón, nos choca enormemente cuando hablamos de los sufrimientos físicos que atravesó. No logramos concebir cómo el Creador de Las Galaxias y el Salvador del Mundo tuvo que pasar por un martirio en su organismo y en su psique. Quisiéramos rechazar tal idea.

Jesús empieza un recorrido al Monte de los Olivos, uno de sus lugares de preferencia. Incluso titulado como el lugar en dónde se “prensa el aceite”. Jesús tenía plena consciencia de que la profecía se cumpliría en esa noche y al día siguiente. Me atrevo a decir que fue su peor noche . Muchos nos referimos al monte del Calvario, pero yo considero que Él tuvo un calvario en el monte de los Olivos primeramente.

Camino al jardín, el Maestro de las Emociones toma una decisión que a mi personalmente me deja perplejo. Parece utilizar una frase sencilla, sin embargo contenía una gran lección de profundidad. Jesús no fue con todos sus discípulos al Huerto del Getsemaní, solamente fue con tres. ¡No todos estaban emocionalmente preparados y entendidos en los tiempos para acompañar a Jesús en esta Vía Crucis!

Asimismo, no todas las personas estarán preparadas para acompañar a otros en su dolor. No todos entenderán desde una visión empática el dolor ajeno. Algunos solamente querrán evitar el dolor y protegernos de la angustia. Otros se harán de la vista gorda. Muchos ni siquiera entenderán. Pero siempre habrán tres personas de confianza por encima de todo el grupo. ¿Quiénes son esos tres? ¿Eres uno de esos tres? ¡Llévalos al monte!

Oración: Señor, gracias por mostrarme cómo resolver los momentos de angustia. Gracias por ilustrarme a través de tu ejemplo en esta tierra la grandeza que hay en reconocer nuestra necesidad. Ayúdanos a caminar al Getsemaní con la cabeza en alto aunque nos encontremos en el ápice del dolor. Ayúdanos a ser compañeros de los que sufren y a refugiarnos en el lugar indicado. Permítenos identificar a esos tres discípulos que se destacan del resto. Ayúdanos a caminar con gente empática al lado y también a nosotros ser esas personas empáticas que acompañan.

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